09 octubre 2006

Bombardeo de Dresden


Una lágrima brotó del ojo de un hombre parado en una verde colina, a la sombra de un marchito árbol. Su descuidado rostro expresaba terror, rabia y desconsolación al mismo tiempo. De pronto levantó los brazos al cielo y gritó maldiciendo a Dios y todos los hombres que se vieron involucrados en el hecho, pero en el fondo sabía que ellos no eran los que debían ser culpados. Se arrodilló lentamente y juntó sus manos en su cara. Comenzó a llorar desconsoladamente mientras recordaba uno a uno sus familiares muertos en aquel terrorífico hecho. Se levantó nuevamente y miró la ciudad que se alzaba frente a él. Las lágrimas seguían brotando de sus ojos cuando sacó de su bolsillo una cruz de Hierro y la miró concentradamente. Apretó la mano firmemente por unos momentos y se guardó aquel condecoramiento en el bolsillo opuesto. Subió la vista y observó la urbe humeante debido a los múltiples incendios provocados por las bombas aliadas. Todavía se podían ver algunas familias saliendo de la ciudad en filas que se arrastraban por las calles rotas. El silencio después del estruendo era increíble, Y solo se escuchaban algunos camiones que transitaban buscando heridos. Sus zapatos en penosas condiciones comenzaron a moverse hacia atrás, mientras aquel anónimo hombre se tapó el rostro con un desteñido sombrero. Se volvió hacia la caravana que transitaba por el sector opuesto del montículo, frente a grandes cultivos quemados. Apuró su paso para introducirse en la columna de miles de habitantes que huían de esa destruida ciudad, Dresden

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Tobias Hellwig Wendler

"Nadie prueba la profundidad del río con ambos pies"

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