09 septiembre 2006
Tormenta de muerte
La noche había caído a una velocidad increíble, y cada vez me sentía mas asustado. La nieve ya alcanzaba la ventana que daba hacia la bodega donde un animal no dejaba de gritar. Un espectacular retumbido sonó bastante cerca, pero ni siquiera me preocupé, mas bien me concentraba en que el fuego no se apagarce. Otra vez gritó ese animal que producía un sonido indescriptible. La puerta crujió y se escucho la voz de aquel colono que vivía en una isla un poco más hacia el sur. Me levante y le abrí la puerta, no sin descuidarme de estar bien tapado por esa manta de cuero que me había regalado él mismo. Entró a la pieza cubierto de nieve y tenía el rostro congelado. Después de entrar en calor me explicó el motivo de su visita; Había recibido órdenes de desalojar a todos los habitantes del archipiélago y dirigirse al puerto Mariposa. Me dijo que la tormenta se agudizaría en el día de mañana, y que si no abandonaba el lugar, probablemente moriría sepultado por un alud de nieve. En ese momento se escucho otro desprendimiento de hielo que probablemente arrastró el cerco que delimitaba el terreno. En ese momento medí la real magnitud del peligro y decidí acompañar a este visitante. Como no tenía nada que empacar, partimos en ese mismo instante. Recorrimos en una pequeña lancha el borde de las interminables islas que separaban mi hogar con el de otro solitario habitante. Al llegar a este peligroso lugar, nos dimos cuenta de que deberíamos partir inmediatamente, porque la colina que se observaba solo unos metros mas arriba, amenazaba con caerse. En ese momento sucedió lo que ya veníamos catalogando como lo peor. Una ventisca que nos golpeó fuertemente y me lanzó a la nieve, hizo que se desprendiera un enorme trozo de nieve que se aproximó a nosotros como una nube helada mortal. Solo sentí como giraba interminablemente, hasta que ya no vi nada. Solo la oscuridad de la muerte.
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