21 octubre 2011

Trekking en la Reserva del Ñuble

Lamentablemente no había guardaparques en El Trumao y no nos dejaron pasar en el Fundo Los Cipreses, 2 horas de caminata extra a la ya tan respetable travesía. Pero vamos con el ánimo por las nubes. 


Prácticamente volamos y tras hacer nuestro primer cruce de río, llegamos a El Trumao en 2 horas 15, bastante menos que las 3 que nos indicaba el cartel al comenzar. Pero ahora se venía la parte complicada. El Camino asciende a un portezuelo a 1500 metros de altura. Por lo menos 600 metros que superar!. No tardamos y ya superamos la primera cuesta. La vista se alza por sobre el Valle del Diguillín y sus cerros aún cubiertos de nieve. Una pequeña bajada y nos encontramos con el Río Relbún. Segundo cruce de río y ya nos perece suficiente, pero ilusos éramos al no saber que nos esperaba al otro lado del cerro.



Seguimos ascendiendo por una huella que parece no terminar. Será la cima aquel portezuelo que observamos adelante?. La vista ya es espectacular y sigue mejorando!. Tras algunas horas de cansador esfuerzo, al fin llegamos al portezuelo y se nos descubre otra maravilla, el Valle Hermoso. Desde este punto podemos hacernos una idea de cómo cambia el paisaje a este lado de los cerros. Esta cuenca que ahora corre hacia el este y luego quiebra por el Río Polcura hacia el sur. No tardamos en comenzar a bajar por la nieve que lo cubre casi todo a este lado del cerro. 


Con los pies mojados llegamos al final de los neveros y al lecho del valle. Algunos cruces de río más y nos encontramos con una impresionante cascada a un lado del camino. Unos 20 metros de caída sobre un pozón circular perfecto con blancas arenas, mientras que las paredes basálticas negras contrastan con el paisaje. Hermoso. Cruzamos el río no sin problemas y continuamos hasta toparnos con otro camino que viene descendiendo desde el sur. Esta huella se dirige hacia el túnel cerrado que baja hacia el sector de Antuco. La huella comienza a hacérsenos algo monótona cuando nos encontramos con un río y en la otra vertiente, la guardería de Conaf. La lluvia amenazaba con caer y las cumbres ya se ocultaban tras las nubes grises. No lo pensamos mucho y en un rato ya tenemos la carpa instalada bajo un techo y protegida del viento. Junto a una fogata preparamos la cena y compartimos un rato antes de despedirnos hasta el próximo día.


 El canto de los Treiles nos despiertan el día domingo. Está helado y aún no sale el sol. Preparamos el desayuno y comienzan a llegar los primeros rayos de sol para calentar el espíritu. Nos preparamos con lo necesario y comenzamos a caminar. El camino parece perderse en el infinito tras varios kilómetros de camino recto. 

Varios cruces de río que dada la fecha exigen bastante esfuerzo para quienes no quieren tener pies mojados. En verano no deben ser más que unos hilos de agua corriendo valle abajo. El camino parece no acabar, pero raudos dejamos atrás kilómetros de camino recto. Pasan las horas y llegamos al Salto El Blanquillo. En una profunda quebrada de basalto cae una enorme cascada formando un pozón de grandes proporciones. Desde lo alto de las rocas observamos este espectáculo y descansamos las piernas. 


Tras retomar el camino debemos cruzar varios neveros que los bosques han protegido de los rayos primaverales del sol. Al fin llegamos a la bifurcación y torcemos a la izquierda rumbo al norte: entramos al Valle Los Peucos. Abajo en el valle podemos observar como el Río Polcura cruza el valle y genera un gran desafío para continuar rumbo a argentina. Suerte que no vamos a esos lados. Bajamos al Valle Los Peucos y nos sorprendemos por el cambio de vegetación. Ahora hay árboles, pasto y un verdor que no se ve en el valle vecino. Tras una mirada a Casa de Piedra, llegamos a un estrechamiento del Río Los Peucos en donde se han formado unos hermosos pozones por el socavamiento del agua. A todos nos dan ganas de un chapuzón, pero la idea del agua fría y el poco tiempo que disponemos nos hace continuar rumbo a las termas. 


Avanzamos un poco más y el camino parece cortarse. Frente a nosotros se encuentra un gran río que debemos vadear. Volvemos?. Comenzamos el cruce del río. Yo que había cuidado mis zapatos de agua tengo que resignarme y cruzar con ellos. Imposible cruzar a pata pelá!. El agua nos llega a la entrepierna pero tras recuperar algo de calor continuamos. Las termas están cerca!. 


Subimos un poco para sobrepasar unas rocas, y frente a nosotros se abre este pequeño paisaje: Un cerro enorme, a sus pies unos techitos pequeños y un gran tapizado de árboles aún sin brotar. Aún no llega la primavera a la montaña!. Debemos cruzar una ves más el Río Los Peucos, que entre palos y piedras es un poco más complicado, pero al fin estamos aquí: las Termas Los Peucos.


Echamos una mirada rápida: Dos casas de Conaf (por supuesto que vacías), 5 pozones pequeños para las termas que incluso vestidores tienen y una soledad abrumadora. Llenamos un pozón con agua termal y al fin podemos tomarnos un descanso y unas cervezas que bien pagadas tienen su acarreo.

La vuelta se hace rápida pues no perdemos el tiempo en los cruces de río. Ya estamos resignados a andar mojados. 

Pasamos por los pozones en donde Luis se envalentona con una zambullida, pero nosotros lo pensamos mejor. Pasan las horas y también los kilómetros, pareciera que caminamos en modo automático. El Sol comienza a esconderse tras los cerros y nosotros llegamos nuevamente al campamento. Merecida cena y fogata para secar algo los zapatos. No aguantamos mucho y en un rato ya estamos durmiendo para recuperar energías. A la mañana siguiente está cubierto y el paso amenaza con taparse. Juntamos todo y comenzamos a caminar. Lamentablemente no se secaron los zapatos, pero tampoco lo pensamos dos veces antes de cruzar nuevamente varios esteros. Nos encontramos con la sorpresa de algunas huellas de moto. Desde donde vendrán?. Comenzamos a subir hacia el portezuelo por la nieve y vemos que desde ahí también vienen las huellas. No éramos los únicos en el parque aquel fin de semana. 



Llegamos al portezuelo y logramos captar algo de señal de celular. La bajada la realizamos rápido pero con gran sufrimiento. Pobres rodillas que deben aguantar tanto esfuerzo!. En mucho menos tiempo llegamos al Trumao y ya sólo nos falta lo último. Lamentablemente no nos quedan fuerzas y el camino parece no terminar nunca. 


Avanzan los kilómetros y cada vez nos enojamos más con la señora que no nos dejó pasar para ahorrarnos aquellos kilómetros. Pero cuando todo parecía dolor y sufrimiento, llegamos a la civilización. El auto nos espera con algo de ayuda para nuestros pies. Lo habíamos logrado. Habíamos llegado a las termas. No habíamos podido hacer la vuelta (nuevamente), pero queda algo pendiente. Fueron duros 66 kilómetros pero no fueron en vano. Esperamos volver pronto caminando o tal vez en bicicleta!. El valle aún tiene muchas sorpresas tras aquella curva del Polcura. Reserva del Ñuble: volveremos!.

3 comentarios:

Patrick dijo...

Me gustaría acompaniarlos uns vez en bicicleta!

Muy hermoso. Pondré un link en el facebook de los alumnos de intercambio en Alemania, para que vean un poco de la naturaleza chilena.

Anónimo dijo...

que hermosos paisajes!!!

Unknown dijo...

Máquinas!!!